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Se siguen escribiendo durante tres años y los alemanes abren todas sus cartas. Teddy, en su lúgubre vida de soldado, fija la imagen de Poucette como un "culto"  soñando con un futuro idílico . Sus cartas son melancólicas y espera los raros permisos para visitarla.

 

Pero la realidad de Poucette que ingresó a la Academia de Bellas Artes es tan diferente al destino de Teddy. Despreocupada, se ve liberada de la escuela ya que están cerradas y solo asiste a clases de dibujo por la mañana. Allí conoce a nuevos camaradas y especialmente a Serge Creuz .

La "Bruselas ocupada" está retomando gradualmente su vida social y las cartas de Poucette son ligeras e infantiles. En su angustia, Teddy intenta varias veces volver a encontrarse con ella en Bruselas. Ella lo recibe como un simple amigo rodeada de su nuevo grupo de compañeros.

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En una carta, le confiesa que más tarde tendrá que hacerle una fuerte confesión: Sin haber tenido otra opción, después de haber sido atrapado en una rifa, se tuvo que unir al ejército alemán . Era eso o las minas de sal. Pero más tarde resultó que entró por su propia voluntad, siendo su padre amigo de Pierre Laval.

Queda por ver cuál fue realmente su margen de maniobra.

 

Se enfermará gravemente y pasará varios meses en el hospital. Como tenía madre argentina, acabó exiliándose allí al final de la guerra.